La Bandera de Chile (1981) de Elvira Hernández no pudo publicarse en el momento de su redacción por la censura y tiene que esperar diez años para editarse en Argentina. Se difunde de modo clandestino, convirtiéndose inmediatamente en bandera de resistencia ante la dictadura de Pinochet. En esas fechas, la autora publica Carta de viaje (1989) y Santiago Waria (1992), igualmente atravesadas por una intensa reflexión sobre el territorio, la memoria y el lenguaje. Carta de viaje será la contracara de La Bandera de Chile: el afuera del país como “cuarto del exilio” o “retrete de la emigración”. Y Santiago Waria es también el trayecto de un viaje, la topografía de los desplazamientos entre centro y periferia, entre marginación y poder político o bursátil, entre María Teresa Adriasola y su seudónimo, Elvira Hernández. La autora desvela el engaño y la simulación que corresponden a la mitología chilensis: cuestiona el legado épico y hace visible lo tullido y enfermo del presente, a la vez que atraviesa los tres libros: la bandera obligada a ser mordaza; el viaje hasta el lobby del Viejo Mundo; la ciudad de Santiago desde sus abajos y abismos. La tensión alcanzada en esta trilogía del territorio conmociona a quien lee.