“Hay que inventarse nuevas alianzas”
Entrevista a Camila Sosa Villada sobre Las malas
Por: Camilo Del Valle Lattanzio

 

Las malas (2019) presenta un verdadero reto para la lectura desde la academia: la novela es radicalmente queer en cuanto a la incomodidad que produce en el/la lectora que trate de entender la obra desde conceptos históricos o teóricos. La entrevista a continuación revela ante todo esa distancia de la lectura con una escritura que es entendida como exceso de una clasificación en términos histórico-literarios. Entendida desde la posición de la autora, la escritura de esta novela crea lazos y alianzas que remiten más a la vida en su materialidad política y a la palabra en sí como materia, que a cualquier tipo de juego intertextual o intelectual. Presento entonces las respuestas que muy generosamente me dio la autora vía e-mail, sin réplicas y que abarcan varios temas suscitados por mi lectura.

 

Camilo Del Valle: Querida Camila, leo tu novela Las malas y me atrevería a decir que el tema principal de la novela es la maternidad, pero una maternidad que viene a ser reinterpretada o bien entendida por primera vez como lo que debería estar en el centro de cualquier maternidad, o aquello que nos ha sido prometido y muchas veces negado: el cuidado, la ternura y el cariño. Esa familia en la casa de La Tía Encarna, que te cobijó en tu juventud (o en la juventud de la narradora) con otras travestis prostitutas en un parque en Córdoba (Argentina), devuelve la familia a su naturalidad animal: como manada se agrupan las travestis en comunidades verdaderas de cuidado, socorro, ternura y amor. Como se describe al comienzo de la novela, una manada, un solo cuerpo de cuerpos huérfanos. ¿Es esa familia de huérfanas una reescritura de la familia biológica? ¿Cómo es tu relación con el término familia?

Camila Sosa Villada: Me niego a decir que las travestis de Las malas forman una familia. O que son una familia mejor llevada. Creo que suceden alianzas, espontáneas, alianzas que se dan con un conocimiento muy afilado de pertenencia a una especie. Alianzas que también se rompen, que se relajan o se tensan, alianzas que comienzan además a romperse cuando La Tía Encarna decide tomarse muy en serio la adopción clandestina de El Brillo de los Ojos. Es importante no decir nada parecido a lo que ya existe. Justamente, incendiar ese teatro de la familia. Son alianzas.

Creo que la familia es uno de los sitios más peligrosos para las infancias, para las mujeres y para las travestis. Pequeñas mafias organizadas en torno a valores que se pudrieron hace siglos.

Prefiero todo lo que se puede romper.

CDV: En el primer capítulo se describe el momento en el que La Tía Encarna encuentra en el parque a un bebé que ha sido abandonado. Las referencias implícitas a Moisés en ese encuentro parecen ser evidentes: como Moisés, el bebé, que recibe el nombre de El Brillo de los Ojos (como aquella luz en medio de la oscuridad cotidiana de las travestis), deja pensar en una esperanza, la promesa de un nuevo pueblo, uno que se perfila en este caso como esperanza queer. Después se compara la maternidad de La Tía Encarna con aquella de la loba con Rómulo y Remo. Tu escritura reinterpreta esa esperanza y promesa judeocristiana y romana de una civilización en emergencia que se ve frustrada al final con el asesinato o suicidio de la madre trans y el niño. La promesa de amor queer que en el mundo misógino y transfóbico no puede echar raíces. Un niño muerto es la imagen alegórica que leo como una esperanza frustrada. ¿Qué tanto de eso está en tu novela? ¿O es solamente mi lectura?

CSV: Bueno, fui monaguillo e hice mi confirmación. Seguramente arrastro, como todos, esa mística cristiana. En el caso de esa imagen en particular, no tenía presente esa influencia, es decir, si estuve bajo influencia fue a pesar mío y sin saberlo. También es un poco triste pensar que lo escrito por una tiene espejo en cosas que una aborrece, como todo lo que viene de la iglesia. Las travestis de Las malas además no tienen poder para decir “tenemos esperanza”, “fundaremos un pueblo nuevo”. Apenas van siguiendo la vida como pueden, con lo que se les ofrece en el camino.

CDV: La familia nuclear, la familia fálica del hombre representa muchas veces una amenaza para el sujeto queer, esa parece ser una premisa en la novela. Y hablas no solamente de lo trans y del transvestismo sino también de la feminidad, de la cultura patriarcal como misógina en primera instancia: esa que lleva a la mujer a callar, condena a la mujer al silencio. ¿Hay entonces en ese cuidado entre travestis un aspecto que repercute a todas las mujeres? ¿Cómo entender el rol de las mujeres cis en tu novela? Pienso sobre todo en Laura y en la madre de la narradora.

CSV: Las travestis que conocí, desde mi juventud hasta ahora, siempre han tenido una noción de la sororidad que, en tanto alianza, es mucho más honesta que mucho de lo que escuchamos hoy como práctica de cuidado. Digamos que es un cuidado animal, un cuidado que no somete al otro a una debilidad o una manipulación. Como esas alianzas podían romperse se tomaba lo que había y se dejaba lo que no gustaba. Luego, intentar comprender roles sería hablar sobre una novela que fue escrita a ciegas, sin ningún plan. Por lo tanto, no sé hablar del libro en esos términos. Las interpretaciones de los lectores me exceden, sobre todo porque provienen de un lugar que no entiendo ni quiero entender. El mundo heterosexual raso (heterosexual como sistema, no como gusto) ofrece las mismas interpretaciones para todo. Buscan el pelo al huevo en algo que fue escrito sin la menor corrección, sin atender a una sola regla gramatical o narrativa. Cómo podría hablar de eso que vos me comentás si ni yo misma sé qué escribí ni quiero saberlo.

CDV: Tu estilo es inclasificable y fascinante, coquetea con el kitsch y el neobarroco latinoamericano – tu prosa tiende a la prosa poética pero se mantiene en lo concreto, lo directo y lo confesional. En sus exageraciones, que no pierden el suelo de la realidad, leo sin embargo un cierto olor a realismo mágico: en cuanto a su refracción hiperbólica de la realidad. Pienso por ejemplo en Los Hombres sin Cabeza o en María la Muda que deviene pájaro en la casa. ¿Recurres a la exageración imaginativa como método de denuncia?

CSV: No sabía nada de mi estilo hasta que comenzaron a hablar de él con tanta liviandad. Escribí lo que escribí guiada un poco por un lenguaje heredado de las mujeres de mi familia y mis amigas travestis y maricas. Pero otra vez se cuelan las interpretaciones ya dichas sobre un acontecimiento totalmente nuevo. Vamos, no se esfuercen tanto en explicarlo con viejas palabras. No sabía que eso todavía se hacía con los libros.

 CDV: Las malas está llena de religiosidad, una religiosidad queer que retrata un catolicismo que ha permeado todos los ámbitos de la sociedad. Las vírgenes juegan un papel importante y remiten a una cultura misógina que entiende y condena la feminidad como algo doloroso; a parte de las vírgenes aparecen figuras católicas como Moisés o Jesús. Por otro lado, el recurrir a lo católico me hace pensar en una tradición de literatura gay (Jean Genet, Pier Paolo Pasolini o bien Fernando Vallejo) que recurre a la simulación travesti de lo sagrado (Sarduy), se apropia de lo religioso para invertirlo, destruirlo pero también celebrarlo: en Las malas hay Diosas Travestis, una religión que combina lo católico y lo indígena, lo sagrado y lo profano, se ofician bautismos drag. Está entonces esa ambivalencia que hay entre la furia y la fiesta travesti en cuanto a lo religioso. ¿Qué tan importante es este catolicismo en la obra? ¿La virgen y la maternidad?

CSV: Lo importante era la palabra. Era el modo en que yo tejía las palabras para acompañarme durante una separación. Jugar con ellas e ir contando historias como en una noche de juerga bien conversada.

CDV: Me interesa mucho el rol que juegan los animales en tu novela: la manada de travestis se animaliza, algunos personajes devienen animal, la mirada rabiosa de los animales se confunde con la rabia travesti. ¿Cómo entender esa relación entre animalidad y transvestismo?

CSV: Así las veía cuando era muy joven. Trepaban a los árboles con taco aguja para que no las viera la policía. Iban desnudas en pleno invierno y peleaban como animales. Con uñas y dientes. A veces eran como pavos reales, desplegaban con un gesto una coquetería que parecía oculta, una belleza que de repente te dejaba ciega.

CDV: ¿Qué rol ha jugado la literatura en tu obra? Tengo la impresión de que tu escritura se gesta por medio de un impulso testimonial, primero con tu blog, que te llevó después a escribir la novela. ¿Qué tanto de la literatura, de la historia de la literatura influyó tu obra?

CSV: El blog La novia de Sandro no me llevó a escribir ninguna novela. Las malas fue escrita a partir de una obra de teatro en la que aparecía la Tía Encarna hablando de los milagros. Una obra que hice en el 2017.

La literatura es el medio. Estoy en ella desde que aprendí a hablar y no conozco otro mundo fuera de este.

CDV: Hay bastantes posiciones de feministas latinoamericanas y en el exterior que desafortunadamente se niegan a entender la defensa de la feminidad trans como parte de la agenda de la lucha feminista. ¿Has tenido que lidiar con este tipo de perspectivas o lecturas desde ese lado del feminismo?

CSV: Me aburre toda esa discusión y me aburre el feminismo. Creo que hay que inventarse NUEVAS ALIANZAS.

CDV: He leído tus hermosos poemas y poemas en prosa en tu libro La novia de Sandro. ¿Qué me puedes anticipar de tus próximos trabajos? ¿Seguirás por el camino de la novela?

CSV: La Duras decía algo así como: “si una supiera sobre qué va a escribir no escribiría nunca”.