El mar que no vio mamá  es el segundo libro publicado por la poeta migrante de origen mexicano Sandra Rosas (1977).

Compuesto por tres acápites o habitaciones, como diría su autora, este poemario nos plantea un tránsito subjetivo cruzado tanto por la “alambrada” como por la memoria herida de la infancia.

En la fantasmagórica ribera del Río Bravo, el libro funciona como una zona poética de resistencia que interpela, por un lado, la violencia endriaga de la frontera de Ciudad Juárez-El Paso y, por otro, la crueldad sexual de la horda patriarcal contra el cuerpo avasallado de una niña de ocho años.

La trama necropolítica de la vida transfronteriza se amalgama con la simbolización de una experiencia tan compleja como lo es el trauma infantil de la violación doméstica.

Esta superposición permite a la poeta configurar una territorialidad lírica en donde las corporalidades pugnan por abrir ficciones político-afectivas hacia lo imprevisto.

El cuerpo textual se desplaza, como lo hace Sandra Rosas en su vida migrante en Berlín, para movilizar fuerzas vitales que imaginan nuevas formas de escribir y habitar el desarraigo, la soledad y el duelo.

El mar que no vio mamá también opera como un desgarro maternofilial. No es que la madre no vio el mar, sino que nunca vio a la poeta y su palabra.

La única figura que preserva la vida-sin mamá es la abuela, quien aparece en el texto ejerciendo los cuidados y la contención de una niña que creció en una “ciudad alambre” que clava y hiere. “No nací cerca del mar, ni lo conocí de niña”, nos dice Sandra Rosas como alertando que ese mar vuelto madre puede abrigar una palabra otra que le permita construir una afectividad amorosa para ella misma en su naufragio.

Carol Arcos (University of California, San Diego)